Memorias HUGO COLMENARES
EN LAS HORAS de alguna tarde perdida en las memorias de los relojes perdidos, puedo salvar un detalle, como fue una pelea escolar y callejera, con algún amigo al regresar de la escuela. Morderse el labio inferior de la rabia. Mirar con cólera y tratar de reventar la nariz. No recuerdo el motivo, pero sí se me viene la imagen de aquel muchacho de tercer grado, quien al paso de los años era mi hermano y nos reíamos. Mamá, María Inés, llegó apurada a separarnos y ya las camisas estaban rotas. Los cuadernos regados en el asfalto y las aceras de cemento. Días más tarde descubro que Samuel Darío era el instigador, pues careaba nuestro honor y allí, entonces, resultaba fácil soltar los puños.
MARÍA Inés y otras señoras como Josefa Salas, Úrsula, Alicia, Ana, Mercedes y Balbina, concluyeron en varias ideas. “Debemos crearles responsabilidades a los muchachos, para que no crezcan entre riñas, pendencia y altercados calle abajo. Vamos a enseñarles oficios, porque si no trabajan, que estudien y sean honrados. Si enemistan que sea por unos minutos. La amistad entre amigos los hace hermanos”, decían las señoras. Y así comenzaron ellas con un cuaderno en sus manos, a hacer un plan que denominaron de la buena voluntad, el compromiso y el trabajo.
EL SÁBADO siguiente todos esos varones de la Escuela Parroquial y Escuela Padre Maya, estábamos frente a mi casa. De allí salimos en fila y por la acerca, hacia la casa o talleres de varios de nuestros grandes vecinos. La idea era que Pompilio, nos enseñara el trabajo de transportar, distribuir y vender plátanos, yuca, limones y naranjas que traía en su camioneta verde, desde La Fría, Coloncito y Omuquena. Todos esos pasos se anotaron en el Cuaderno de los Oficios, que luego íbamos a repasar en grupo y armonía. Así fuimos a la casa de Germánico Apolinar, quien no enseñó a construir casas, paredes, preparar la mezcla de cemento, agua, cal. Cómo hacer los techos, los pisos. La medida de las escaleras, habitaciones, baños. El trazo de las tuberías y del cableado eléctrico.
GERARDO Guerrero nos enseñó en la construcción de papel y la vida de las frutas. Amable González nos dio los secretos de la chicha fermentada de maíz blanco. Rómulo Sánchez habló de los helados de leche, coco, guanábana, moras y piña. Leonidas y Emilia explicaron con detalles sobre los tipos de harina de trigo, las porciones de agua, sal, levadura, mantequilla, queso y sabores. Luego preparar los panes sobre mesones, en bandejas y el tiempo de hornear. Rubén Duque nos dio unas clases sobre clarinete y las técnicas para construir mesas, cajones, estantes y camas de madera. Pasaron los días, los meses y allí todos éramos amigos. Nunca más se registraron escaramuzas en esas calles de Catalina de los Vientos.
TODOS los oficios de talabartería, herraje, electricidad, cría de gallinas, siembra de frijoles, apios, papa, lechuga. Las transmisiones telefónicas en sistemas analógicos, la mecánica de los camiones, mantenimiento de bicicletas, fabricar algodón de azúcar, el trabajo de los sastres y la venta de pasajes aéreos. Todo lo fuimos comprendiendo. Un día fuimos al cuartel de la Guardia Nacional y la Policía, como al Colegio Santa Rosa de las hermanas dominicas, para que nos contaran cuáles eran sus historias y compromisos.
EL CUADERNO de los Oficios aún está intacto, con tinta azul de pluma fuente. Hojas grandes y manchadas solo por el tiempo. Todo ese hermoso mundo de las tareas de hombres honestos y laboriosos. Allí están esas lecciones. Allí están nuestros nombres y apellidos. Las asistencias. Y lo mejor de todo, pues en cada casa que visitábamos, nos agasajaban con quesadillas y una bebida caliente. Recuerdo al maestro Carrillo, el arquitecto del templo gótico Virgen de los Ángeles, quien escribió nuestro nombre en el yeso y luego vació en el molde rostros de ángeles que miran hacia el cielo. Aquí están esas páginas, ahora con una gota que corrió mejillas abajo, porque están las fotografías nuestras y de nuestras madres jóvenes.
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